Con la publicación ayer del auto del juez Castro sobre el llamado caso Nóos se cumplió otro trámite judicial en un juicio del cual nadie espera grandes novedades. La fiscalía cumplirá con su jerárquico cometido y alejará la hermana del rey del banco de los acusados. Puede que no lo consiga, es una posibilidad aunque improbable, pero el sistema ya habrá articulado todos los mecanismos para reducir el abuso a una historia de evasión fiscal, poco penada socialmente en este país.
La abdicación de Juan Carlos cortó, o al menos redujo, las consecuencias sociales de este caso sobre la Jefatura del Estado. Pero los súbditos deberíamos hacer un esfuerzo para no olvidar que Nóos solo es una parte, mínima, de los asuntos que se juzgan relacionados con la operativa del PP en el poder. Es un esfuerzo obligatorio porque ocupa la Moncloa el líder de un partido que se ha financiado con dinero negro procedente de sobrecostes en obras y concesiones públicas.
Un partido que ha instaurado en la normalidad del país el cobro de sobresueldos, en A o en B, porque las remuneraciones de los políticos son insuficientes para ellos, incluido Rajoy cuando era jefe de la oposición. Así que lo que realmente se juzga son, en palabras de Castro, los ‘compadreos’ que se instauraron hace siglos en nuestra sociedad y la pátina democrática actual no solo no desmontó sino que actualizó hasta la náusea.