El liberalismo de nuestro empresariado, de la mayoría, y de quienes desde la política teóricamente se acogen a esta ideología, es de chichinabo. Cuanto más gesticulan contra subvenciones culturales y se arrogan, con contumacia, la defensa de la libertad de mercado, más conspiran para mantener la incestuosa relación entre boletín oficial y empresa.
En la gestación, construcción y concesión del Palau de Congressos no existe ni un ápice de economía liberal. Puro compadreo _puerta giratoria, incluida_ para liberar recursos públicos para beneficio privado. Y todo en nombre de la superioridad moral de quienes dicen saber gestionar y desprecian, por poco eficiente, la gestión pública. Capitalismo de amiguetes disfrazado de necesidad social.
La táctica de los “liberales” será acusar a los actuales gobernantes de chavistas, cuando no han hecho más que esquivar las responsabilidades penales de seguir con las condiciones pactadas por la derecha y sus patrocinadores.