Podemos creernos mejores que los gobernantes y atribuirles ideologías extremas que les llevan a la insolidaridad con los que huyen de las guerras y a la impermeabilidad con el sufrimiento ajeno. Nos gusta reconocernos en estos voluntarios que pierden horas y dedican esfuerzos a mal zurcir los descosidos de esta sociedad sin entrañas, por los cuales se pierden vidas y esperanzas. Incluso somos capaces de colaborar aportando aquello que nos sobra y así adormecer nuestra mala conciencia.
Los gobiernos europeos creen que somos mayoritariamente así y que los despojos humanos hinchas del PSV que humillaban mendigos solo son excepcionales en sus formas. Que tenemos miedo a un mundo distinto y que nos encerramos en nuestras miserias domésticas… Pero hay otra Europa, la que es capaz de enorgullecerse de ser solidaria. Solo falta reconocernos colectivamente, compartir una nueva narración y juntos superar los miedos.